“- ¡No sopla ni una ráfaga de viento – exclamó - y sin embargo tiemblan las hojas de los árboles! ¿Qué puede presagiar esto?
Los otros miraron fijamente las ramas, pero, como no percibieran ningún movimiento, empezaron a reírse, mofándose de él. Inmediatamente volvió a sentarse, manifestó que el temblor había cesado y se quedó, al parecer, muy preocupado durante el resto de la noche. Repetidas veces hizo notar que nunca le había sucedido una cosa semejante, porque, afirmaba, él podía sentir hasta la más leve brisa antes de que las hojas la percibieran, y no había soplado el viento”.
Guillermo Hudson, “Días de Ocio en la Patagonia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario